martes, 7 de diciembre de 2010

Cuento de navidad


Domingo. Como todos los domingos que recuerdo en el tiempo, lo primero que hago al levantarme es ir al cajón oscuro de madera, y elegir que zamarreta de nuestro real Zaragoza, es la ELEGIDA. Una de ellas será la que viva, sienta, sufra y vibre con el partido de hoy. Hay ocasiones, que parecen que estén todas esperandome, el escudo del León Rampante bien henchido, esperando ser la elegida de este día de partido. Sigo mi autómata rutina, ducha, música en la radio y palpar la actualidad deportiva de la jornada. Dentro de unas horas el Real Zaragoza saltará al rectángulo de lucha, sueños e ilusión. Un torbellino de dimensiones imposibles de calcular ( controlar ) se desatará en todo mi ser, a poco que escuche el pitido inicial y empiece esa historia de épica, sufrimiento y pundonor que siempre ha sido nuestro Real Zaragoza. Empezará en mí ese amasijo de sentimientos, cual montaña rusa: pasión desmedida, amor eterno sin esperar nada a cambio ( quizás una copica cada lustro ) instinto de protección, emoción, más amor, fe incontestable e incondicional, cariño, respeto, orgullo, admiración, más y más amor. Algún pardiez y voto a tal,también, ya que últimamente nuestro querido y maltrecho León, no ruge como debería Y os preguntaréis¿ y todo esto a qué viene? Porque el pasado domingo me llevé la sorpresa de mi vida. Abrí el cajón, oscuro, interminable. Me quedé absorto, al comprobar que estaban todas las elásticas zaragocistas, acurrucadas en un rincón. No querían ser la elegida de ese día. No querían que las vieran en público, y las identificaran con la institución actual que representa nuestro Real Zaragoza. Esas camisetas acostumbradas a vivir días de épica y triunfo, no querían verse involucradas en esta locura balonpédica en la que nos hallamos inmersos. A fuerza de arrumacos, cariños y buenas palabras, una de ellas asomó. Una veterana. El León, desgastado y orgulloso. Me contó que en mayo de 1995 la llevé a París. Yo creo firmemente que me llevó ella a mí. Hablamos largo y tendido, de fútbol y de nuestras vidas. De como nos ha ido a cada uno, y en que momento dejamos de tener contacto,abducidos en este mundo moderno que gira tan rápido y devora nuestras vidas y recuerdos. Reímos, y lloramos ( de alegría ). Y a lo que nos quisimos dar cuenta, andábamos camino de la Romareda para animar nuevamente a nuestro equipo del alma, o lo que queda de él Unas horas después estábamos de vuelta en casa. Las miradas taciturnas. Se había consumado una nueva derrota. Pero esta vez, algo me dijo que era distinto. La doblé con mimo, y me quedé fascinado mirando aquella camiseta que conquistó la capital de Francia, me dí cuenta que ese León nunca caminará sólo, y yo tampoco.

4 comentarios:

Esther dijo...

Pero que contenta que te publiquen!!! lo orgulloso que va a estar Jaime de su padre, maestro cervecero y escritor consagrado en las paginas del Heraldo!
Ahh y tu historia de la camiseta me ha parecido muy bonita

JACKY dijo...

Que bonito........sin más.

paules dijo...

http://www.elperiodicodearagon.com/blogs/minuto90/noticia.asp?pkid=1120

Salen muchos rumores al respecto ultimamente,cuanto de verdad hay... no lo sé, pero bueno, te interesara leerlo

Anónimo dijo...

Ojala la Navidad de la vuelta a ese bonito cuento, y de una vez empezemos a salir de ese maldito infierno en el que nos han metido esta panda de especuladores.

Enhorabuena por el relato