viernes, 14 de enero de 2011

Papá, ¿ por qué somos del Zaragoza ? 2ª parte.




Soy zaragocista. Soy muy zaragocista. Acabo de ser padre. Mi querido hijo, ha venido al mundo en el hospital infantil de Zaragoza, enfrente de la vetusta Romareda. Desde la ventana de la habitación, mientras mi hijito disfruta de sus primeras bocanadas de vida, me quedo observando La Romareda. Cuántos recuerdos, cuántas tardes épicas de balonpié. Cojo al niño de mis ojos, lo acomodo entre mis brazos y lo acerco a la ventana. Como un torbellino de sensaciones, imposibles de diseccionar en estas líneas, empiezo a susurrarle. Muy despacito y suavemente. Le digo que su padre es zaragocista. Que su abuelo es zaragocista. Le cuento mi deseo ansioso de que un día también a él, le pique fuerte y profundo el veneno de ser zaragocista. Le narro con todo lujo de detalles, paciencia y dulzura, mis tardes de fútbol, chucherías y goles en La Romareda. Me emociono al relatarle aquél viaje que hice a París, apenas tenía la mayoría de edad, para volver convertidos en los reyes de Europa. Recuerdo los triunfos coperos, y se lo cuento sonriendo abiertamente, eternamente feliz, eternamente campeón. Miro la carita de mi hijito. Recién nacido. Despertando a la vida. Me hace sentirme inmensamente feliz, infinitamente más feliz que en cualquier momento anterior de mi existencia. Es entonces cuando decido que no le voy a contar, lo que ha pasado estos últimos años con nuestro Real Zaragoza. Ahora no. No es el momento. Esperaré, deseando con todas mis fuerzas, que el León vuelva a rugir con fiereza. Vuelva a ser lo que era. Para que cuando mi querido hijo vaya a La Romareda, esté orgulloso del legado que le hemos dejado todos los zaragocistas. Esté orgulloso de su abuelo. Esté orgulloso de mí.

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